#noEREayudaenaccion

Bajo este "hashtag" se esconde todo un movimiento de protesta de los y las trabajoras de Ayuda en Acción en España ante el ERE presentado el pasado 31 de mayo, por el que un 25% de la plantilla va a ser despedida. Se podría entender que, en el actual panorama económico mundial, las empresas reduzcan su presencia, tengan menos fondos, vean minorar sus beneficios y acaben despidiendo gente. El problema es que Ayuda en Acción no es una empresa. Es una ONG que lucha para reducir las desigualdades y bla, bla, bla. Se les ha olvidado que las 30 personas que nos vamos a la calle, somos eso, personas que hemos trabajado, con entusiasmo y dedicación por un objetivo mayor en el que creemos.

Le hemos echado horas by the face, trabajando fines de semana, que nos hemos roto los cuernos intentando crear nuevas oportunidades de captación, que somos austeros, que somos transparentes, que hemos sido trabajadores/as y amigos de los voluntarios/as, que hemos visitado los proyectos en el Sur, que hemos creído que otro mundo es posible, y hemos defendido en cualquier foro el trabajo de las ONGS delante de todo el mundo, olvidando, o poniendo en según plano los errores que se hayan podido cometer.

Nadie debería trabajar en una ONG si no se lo cree.

Y ahora, nos encontramos con que nos echan, sin querer encontrar otras soluciones, porque, parece que, en una bolita mágica, Dirección ha visto que, en 2014 tendremos pérdidas. Y gracias a la última reforma laboral, lo barato es despedir colectivamente, con 20 días, y apenas un GRACIAS. Me siento en la peor de las empresas capitalistas, donde se reprimen los timidos movimientos que hemos hecho para protestar por lo mal que se ha gestionado este tema, donde se nos considera delincuentes y aprovechados. "No podéis convocar asamblea en horario de oficina, no podéis usar el email de trabajo para enviar información, el que pegue otro cartel será expedientado".

Es una pesadilla. Pero no nos callaremos. Que se sepa, que se corrija, que se negocie, que se sienta el dolor de las familias que van a sufrir, quizá tanto como las del Sur por las que llevamos más de 30 años luchando. Y los que no sean despedidos, no tienen garantizada la tranquilidad, qué va. Porque habrá que hacer el mismo trabajo, pero con más tristeza, quizá menos sueldo y más horas, sin sus compañeros y compañeras, con el miedo en el cuerpo de ser los siguientes.

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